domingo, 23 de septiembre de 2012

Votar a los 16


La semana pasada me pidieron un artículo sobre el tema del voto a los 16 años. El mismo fue publicado en la Revista Para Tí edición 4705 del 21/9/2012 en un formato más breve. A continuación el texto completo:

¡Qué tema el que sale en este momento! No lo tengo claro, sólo me surgen interrogantes.
Es una edad en la que todavía no saben si afeitarse o dejarse la barba. Les cuesta elegir la ropa para el boliche el sábado a la noche.
Les pedimos que estudien, que sean buenos hijos y muchas veces dejan el estudio, no consiguen trabajo y ya son papás.
El mundo adulto se comporta de modo ambivalente con los jóvenes. Intentamos acercarnos y obtener nuevas respuestas con viejos planteos. ¿Sabemos realmente que la militancia política es lo que hace vibrar a una chica, un pibe de 16? ¿Lo sabemos o queremos que sea así? ¿Qué hace que vibre su corazón?
De la nada al todo y en la adolescencia: una verdadera bomba de tiempo.
Emocionalmente un adolescente, adolece. Su cuerpo adolece. Sus sentimientos adolecen. ¿Y ahora también le vamos a recargar la adolescencia con la responsabilidad de elegir a quienes lo gobiernen?
Apenas si en la adolescencia se logra un equilibrio entre “lo que quiero, lo que digo, lo que hago”, elegir la orientación del secundario suele ser muy complejo, al terminarlo elegir carrera universitaria o terciaria es casi siempre una situación de muy difícil resolución. ¿Cuántas veces un joven cambia de carrera hasta que finalmente encuentra su lugar en el mundo joven cuando va dejando atrás su mundo adolescente?
Muchos sociólogos y psicólogos hablan de los “adultecentes”: esos jóvenes que no se deciden a irse de su casa o quedarse, tienen pareja pero de medio tiempo y sin demasiados compromisos…
Y si entramos en los sectores más humildes, están pensando más en cómo parar la olla que en los políticos de turno.
La floja educación que reciben en la escuela tampoco los favorece a la hora de elegir y pensar qué país quieren y votar en consecuencia. ¿La elección será realmente desde lo que reflexionan? ¿O alguien pone en duda que un adolescente en la mitad del secundario no tiene una idea acabada y completa de qué es la corte suprema, un ministro de la nación y la cámara de diputados?
Empoderar a los jóvenes con aparentes derechos que les van a generar seguras obligaciones no creo que sume libertad, sino que aporta confusión a su propio momento existencial, en el que todavía pide a gritos —y con distintos formatos— apoyo de sus padres, de sus maestros y no que le digan: la libertad es toda tuya, elegí.
No podemos vivir sin libertad. Pero no podemos tirarle por la cabeza a los jóvenes una libertad que puede simplemente sumarles soledad ante decisiones tan significativas y trascendentes.
Seguramente que hay muchos adolescentes que tienen participación en agrupaciones políticas y en centros de estudiantes, pero allí se entrenan, aprenden, ensayan.
Estrenar voto a los 18 implica entender más el mundo y sentir que esa voz que está buscando ser escuchada tiene algo sólido para decir.
Es también interesante pensar cuáles son los argumentos, quiénes los propician y, por sobre todo, registrar las incongruencias: si no queremos que sean imputables penalmente, ¿cómo los imaginamos ejerciendo derechos civiles?
Son algunas pinceladas. Hay que pensar bien y no apurarnos. 

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