Tierra de vidalas y Salmos.
Tierra de cobijo para inmigrantes.
Tierra de creación de gauchos judíos.
Tierra de sembrado de semillas y de cosecha de doctores.
Tierra de Gerchunoff, César Tiempo y Milstein.
Tierra de costureros y hojalateros.
Tierra de maestros y aprendices.
Tierra de diversidad y universidad.
Tierra que forja nuestra identidad tan judía como argentina y tan argentina como judía.
Tierra que nos enseña que identidad y memoria son dos caras de una misma moneda.
Tierra que nos convoca en este día de profundo carácter simbólico a habitarla a través del arte de la memoria.
Memoria que nos interpela y nos demanda.
Memoria que incomoda al cómodo y acomoda al incómodo.
Evoco la memoria en el derecho de los pueblos originarios.
Evoco la memoria de los padres de la patria.
Evoco la memoria de los que ejercieron el poder con decencia y humildad.
Evoco la memoria de los obreros muertos en la Semana Trágica.
Evoco la memoria de los desaparecidos en la dictadura y los chicos de Malvinas.
Evoco la memoria de los muertos en la Embajada y en la AMIA.
Evoco la memoria de las voces marginadas, de los pobres y los excluidos.
Porque la memoria afirma la vida, y nos compromete con la humanidad.
Porque la memoria detiene cualquier abuso de poder, otorga espíritu de resistencia y dignifica.
Porque la memoria rescata de la humillación y el exilio.
Porque la memoria exige que la autocrítica no sea mera disculpa sino el ejercicio que nos ayude a retomar nuestros ideales como nación.
Invocamos a Dios
En esta celebración del Bicentenario, para que nos guíe y nos desafíe a seguir construyendo, a través de la memoria, un porvenir con un compromiso activo, de modo tal que los siglos nos vuelvan ejemplo de prosperidad, solidez, integración e integridad y que la gente diga con orgullo:
Al gran pueblo argentino, Shalom.
* Rabino Daniel Goldman. Comunidad Bet El.
Texto pronunciado en el Tedéum de Luján
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