"Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de Vida... eso les anunciamos" (1 Jn 1, 1.3)
domingo, 30 de octubre de 2011
¿Qué espero del Cura?
Del evangelio de este domingo: “ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen”
El domingo, volviendo a escuchar la frase fatídica… me he planteado algunas preguntas bastante comprometidas respecto al “decir” y el “no hacer” de los guías religiosos.
Sobre todo, una: ¿qué espero de ellos?
Ciertamente no la perfección, o sea, la exacta coincidencia entre las palabras y las acciones, entre la doctrina y las obras, entre los consejos y los ejemplos.
Si las credenciales para la enseñanza dependieran rigurosamente de una conducta ejemplar bajo todos los aspectos, nadie tendría derecho a abrir la boca, y muchas cátedras y púlpitos quedarían vacantes.
Solamente los santos serían una excepción. O quizás, ni ellos siquiera, porque un santo, si lo es de verdad, no sabe lo que es, y sólo se reconoce como pecador.
Así pues, honestamente me contento con que el cura sea uno que dice lo que él personalmente intenta, lo que se esfuerza por hacer, aunque no siempre lo consiga.
Me explico mejor. Para mi el cura aparece creíble no cuando toma la actitud de modelo irreprensible, sino cuando se presenta como uno que busca, prueba, se esfuerza, alguna vez incluso tropieza, pero no se resigna. Y si comete algún error tiene la humildad de reconocerlo.
Y si alguien le lanza una crítica, no le hace callar diciéndole que no entiende nada y que falta al respeto a la autoridad.
En una palabra, permite que le discutan. No adopta sólo el papel de acusador, sino que tiene el buen gusto de sentarse también en el banco de los acusados.
Sé muy bien que sus palabras jamás podrán tener la cobertura total de los hechos. Pero considero suficiente que se note en ellos un toque de autenticidad y también unas vetas de sufrimiento y de tristeza. Sí, tristeza por lo inevitable, abismal desproporción.
Concluyendo, no puedo aceptar que dé lecciones desde una cátedra de presunta impecabilidad. Y me guardo bien de exigirle el diploma de santidad.
Me basta “oír” que es uno como yo. Uno que se esfuerza y nunca ha terminado de “llegar”. Y lucha. Como todos nosotros.
Yo no pretendo de ninguna manera que el cura no cometa errores…
Pero quisiera que si alguna vez tropezara con una desagradable desgracia, lo reconociese y tuviese humildad –además del buen gusto- de pedir perdón.
domingo, 16 de octubre de 2011
Requiem de Madre de María Elena Walsh
Aquí yace una pobre mujer
que se murió de cansada.
En su vida no pudo tener
jamás las manos cruzadas.
De este valle de trapo y jabón
me voy como he venido,
sin más suerte que la obligación,
más pago que el olvido.
Aleluya, me mudo a un hogar
donde nada se vuelve a ensuciar.
Nadie me pedirá de comer
en mi última morada
no tendré que planchar ni coser
como condenada.
Cantan ángeles alrededor
de la eterna fregona
y le cambian el repasador
por una corona.
No lloréis a esta pobre mujer
porque se encamina
a un hogar donde no hay que barrer,
donde no hay cocina.
Aleluya esta pobre mujer
bienaventurada,
ya no tiene más nada que hacer
y ya no hace nada.
lunes, 3 de octubre de 2011
Luján 2011 - Palabras de Bergoglio
Desgrabación de
Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, escuchamos recién. Y ahí estaba: cuidando
Y a la vida, nos enseña María, se la cuida siempre. Pero se la cuida con la ternura con que la cuidó ella: desde el momento en que se la espera hasta el último aliento del camino. Cuidar la vida entraña sembrar esperanza! Un pueblo que cuida la vida es un sembrador de esperanza! Cuidar la vida de los niños y de los ancianos, las dos puntas de
Madre querida de Luján: tus cuidados los intuyen tus hijos. Los conocemos todos. Estos hijos que han venido caminando hasta tu casa, Madre. Algunos no pudieron pero están con el corazón aquí; es la ocasión y es el sentido que nos hace sentir a todos como pueblo que vos nos protegés. Madre querida: te pedimos por todos los que vinieron, los que han peregrinado desde ayer a la mañana y seguirán peregrinando hasta mañana a la mañana; que no queden solos y abandonados, Madre; que en tu casa encuentren siempre un lugar; por eso Madre te quedaste para cuidar la vida de tu pueblo; vos te quedaste para cuidar la vida de éste tu pueblo! Te pedimos que nosotros sepamos estar para prolongarnos también en estos cuidados tuyos y que como hijos te imitemos cuidando toda vida. Que aprendamos a estar en silencio para contemplar como vos, a tus hijos que son nuestros hermanos. Que al estar aquí en tu casa volvamos a consagrarnos para que no nos falte tu amor, el amor que cuida la vida.
Madre, ayudanos a cuidar
“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”;
“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”.
Ciudad de Luján, 2 de octubre de 2011
Card.
Arzobispo de Buenos Aires
Bergoglio y la trata de personas
Que así sea.