Tomado de Alessandro Pronzato, “La homilía del domingo (ciclo A)”
Del evangelio de este domingo: “ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen”
El domingo, volviendo a escuchar la frase fatídica… me he planteado algunas preguntas bastante comprometidas respecto al “decir” y el “no hacer” de los guías religiosos.
Sobre todo, una: ¿qué espero de ellos?
Ciertamente no la perfección, o sea, la exacta coincidencia entre las palabras y las acciones, entre la doctrina y las obras, entre los consejos y los ejemplos.
Si las credenciales para la enseñanza dependieran rigurosamente de una conducta ejemplar bajo todos los aspectos, nadie tendría derecho a abrir la boca, y muchas cátedras y púlpitos quedarían vacantes.
Solamente los santos serían una excepción. O quizás, ni ellos siquiera, porque un santo, si lo es de verdad, no sabe lo que es, y sólo se reconoce como pecador.
Así pues, honestamente me contento con que el cura sea uno que dice lo que él personalmente intenta, lo que se esfuerza por hacer, aunque no siempre lo consiga.
Me explico mejor. Para mi el cura aparece creíble no cuando toma la actitud de modelo irreprensible, sino cuando se presenta como uno que busca, prueba, se esfuerza, alguna vez incluso tropieza, pero no se resigna. Y si comete algún error tiene la humildad de reconocerlo.
Y si alguien le lanza una crítica, no le hace callar diciéndole que no entiende nada y que falta al respeto a la autoridad.
En una palabra, permite que le discutan. No adopta sólo el papel de acusador, sino que tiene el buen gusto de sentarse también en el banco de los acusados.
Sé muy bien que sus palabras jamás podrán tener la cobertura total de los hechos. Pero considero suficiente que se note en ellos un toque de autenticidad y también unas vetas de sufrimiento y de tristeza. Sí, tristeza por lo inevitable, abismal desproporción.
Concluyendo, no puedo aceptar que dé lecciones desde una cátedra de presunta impecabilidad. Y me guardo bien de exigirle el diploma de santidad.
Me basta “oír” que es uno como yo. Uno que se esfuerza y nunca ha terminado de “llegar”. Y lucha. Como todos nosotros.
Yo no pretendo de ninguna manera que el cura no cometa errores…
Pero quisiera que si alguna vez tropezara con una desagradable desgracia, lo reconociese y tuviese humildad –además del buen gusto- de pedir perdón.
Un sacerdote es un discípulo de Xto. por lo tanto donde el está, deberíamos ver a Jesús, "No soy yo el que vive, sino Cristo quien vive en mi" pero por su actitud, Gestos y Palabra juntos humildad,empatía,y estar dispuesto a "lavar los pies" a Todos, como Jesús lo hizo. sin horarios,siempre dispuesto a servir al otro. claro que existe la parte humana, pero ante las caídas pedir disculpas,claro,públicamente y ponerlo como ejemplo,que un tropezón no es caída,y ayudar a otros aceptar que nos podemos caer pero q al levantarnos siempre está Jesús esperándonos con los brazos extendidos darnos un abrazo amoroso y lleno de amor. Y que todos vamos camino a la Santidad. Bendiciones!!!
ResponderEliminar"[...]En una palabra, permite que le discutan. No adopta sólo el papel de acusador, sino que tiene el buen gusto de sentarse también en el banco de los acusados. [...]".
ResponderEliminarMe gusta lo dicho y coincido con el espíritu del artículo, aunque esa cita me hizo algo de ruido. Que no tome "sólo" el papel de acusador, quiere decir que a veces lo toma y en la palabra "acusador" hay cierta connotación de juicio. Desde ya que juicios hacemos todos, no hay hombre que pueda estar exento tanto de hacerlos como de recibirlos, pero si hablamos del ideal al cual buscar, de la cima de la montaña a la cual se quiere llegar, yo preferiría que nunca se involucre con una acusación o juicio. Que piense, que opine, que discuta, que razone y que haga razonar y que los demás hagan lo mismo con él en una reciprocidad constructiva, pero que no acuse nunca, que no juzgue al ser humano jamás, pues todos somos imperfectos (inclusive él mismo), como bien expone la nota.
Bueno, la palabra "sólo" fue la que me hizo ruido y quise exponerlo, pero no por ello quiero desacreditar al artículo que, me parece, envía un mensaje muy sabio y prudente respecto al -tan (injustamente, para mí) criticado por estos días- sacerdocio.
Saludos y lindo blog! :)