Desgrabación de la Homilía del Sr. Arzobispo de Buenos Aires cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j. con motivo de la 37ª Peregrinación Juvenil a Pie a Luján
Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, escuchamos recién. Y ahí estaba: cuidando la vida. De pie junto a la cruz estaba y sigue estando junto a las cruces de los que están con dolores en sus vidas. Ahí donde hay una cruz, en el corazón de cada hijo suyo, está nuestra Madre. El Evangelio nos presenta ese momento con pocas palabras pero con miradas profundas. Miradas de la Virgen que contempla a su hijo; mirada del hijo que la mira y la deja como Madre de todos nosotros. Jesús entrega su vida y busca en su madre quien siga cuidando tantas vidas, las nuestras, que necesitan protección. En ese momento en que Jesús le habla a su madre, cuando él está en la mas completa soledad, en el mas grande abandono; solamente tiene el afecto y la mirada comprensiva de ella, y a ella le encomienda que derrame ese afecto y esa mirada comprensiva de Madre a cada uno de nosotros en los momentos mas difíciles. Ahí está la Madre y está con el hijo: ella lo conoció desde que lo llevó en su vientre, lo sintió desde ese momento y también creyó en él desde el anuncio del ángel, esperaba esa vida como la esperaba todo el pueblo creyente. Por eso cuidó ese tesoro también en su corazón.
Y a la vida, nos enseña María, se la cuida siempre. Pero se la cuida con la ternura con que la cuidó ella: desde el momento en que se la espera hasta el último aliento del camino. Cuidar la vida entraña sembrar esperanza! Un pueblo que cuida la vida es un sembrador de esperanza! Cuidar la vida de los niños y de los ancianos, las dos puntas de la vida. Un pueblo que no cuida a sus niños y a sus ancianos comenzó a ser un pueblo en decadencia; cuidar a los niños y a los ancianos porque en ellos está el futuro de un pueblo: los niños porque son la fuerza que va a llevar adelante la Patria; los ancianos, porque son el tesoro de sabiduría que se vuelca sobre esa fuerza. Fuerza y sabiduría… Cuidar la vida es sembrar esperanza. María cuidó a Jesús desde chico y nos cuida a nosotros, que somos sus hijos, también desde chicos. Y esto que ocurre en el Evangelio, cuando Jesús le dice “cuidámelos a todos estos”, lo estamos viviendo en este lugar santo ahora. Aquí recibimos los cuidados de nuestra Madre. Ella nos espera. Y hoy por razones de la reparación del Templo, quiso salir a la puerta a esperarnos. Quiso estar con nosotros también. Este es el lugar elegido por nuestro pueblo para venir a consagrar la vida, a traer a los hijos así como José y María fueron al templo a llevar al niño; hasta acá vienen los papás en peregrinación familiar para presentar a los hijos, para consagrarlos y para bautizarlos porque quieren que la Virgen esté presente cuidando la vida de sus hijos. Por eso el lema de esta peregrinación que trae en su oración, en su intención, a los mas chicos y a los mas grandes; aquellos que la Virgen por siglos fue recibiendo y cuidando; ella estuvo de rodillas en el pesebre y estuvo de pie ante la cruz; está cuidando y acompañando toda vida y en especial a los que están mas desprotegidos. Y hoy, cuando le pidamos que nos enseñe a cuidar la vida, que nos enseñe a cuidar la vida de aquellos que tienen menos protección, que están mas desprotegidos.
Madre querida de Luján: tus cuidados los intuyen tus hijos. Los conocemos todos. Estos hijos que han venido caminando hasta tu casa, Madre. Algunos no pudieron pero están con el corazón aquí; es la ocasión y es el sentido que nos hace sentir a todos como pueblo que vos nos protegés. Madre querida: te pedimos por todos los que vinieron, los que han peregrinado desde ayer a la mañana y seguirán peregrinando hasta mañana a la mañana; que no queden solos y abandonados, Madre; que en tu casa encuentren siempre un lugar; por eso Madre te quedaste para cuidar la vida de tu pueblo; vos te quedaste para cuidar la vida de éste tu pueblo! Te pedimos que nosotros sepamos estar para prolongarnos también en estos cuidados tuyos y que como hijos te imitemos cuidando toda vida. Que aprendamos a estar en silencio para contemplar como vos, a tus hijos que son nuestros hermanos. Que al estar aquí en tu casa volvamos a consagrarnos para que no nos falte tu amor, el amor que cuida la vida.
Madre, ayudanos a cuidar la vida. Vinimos hasta tu casa porque necesitamos pedirlo. Aquí estás presente recibiéndonos ante el santuario, con la alegría de este encuentro nos consagramos otra vez y te pedimos que cuides a tus hijos, que cuides a tu pueblo que peregrina para recibir siempre tu protección. Madre, no nos olvides. No nos sueltes de tu mano. Y todos juntos, por tres veces, te vamos a pedir: “Madre, ayúdanos a cuidar la vida”;
“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”;
“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”.
Ciudad de Luján, 2 de octubre de 2011
Card. Jorge Mario Bergoglio, s.j.
Arzobispo de Buenos Aires
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