Para ir rezando...
Lectura del libro del
profeta Isaías (55, 1-3)
Así habla el Señor:
¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y
el que no tenga dinero, venga también!
Coman gratuitamente
su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan
dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?
Háganme caso, y
comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y
vengan a mí, escuchen bien y vivirán.
Yo haré con ustedes
una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 144, 8-9. 15-16. 17-18 (R.: cf.
16)
R. Abres tu mano, Señor, y nos colmas
de tus bienes.
El Señor es bondadoso
y compasivo, / lento para enojarse y de gran misericordia; / el Señor es bueno
con todos / y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
Los ojos de todos
esperan en ti, /y Tú les das la comida a su tiempo; /abres tu mano y colmas de
favores /a todos los vivientes. R.
El Señor es justo en
todos sus caminos / y bondadoso en todas sus acciones; / está cerca de aquellos
que lo invocan, /de aquéllos que lo invocan de verdad. R.
Lectura de la carta
del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma (8, 35. 37-39)
Hermanos:
¿Quién podrá entonces
separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la
persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Pero en todo esto
obtenemos una amplia victoria, gracias a Aquél que nos amó.
Porque tengo la
certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni
lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo
profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo
(14, 13-21)
Al enterarse de eso,
Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo
supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús
vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los
discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace
tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse
alimentos».
Pero Jesús les dijo:
«No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron:
«Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí»,
les dijo.
Y después de ordenar
a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos
pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los
panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta
saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que
comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor.
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