Con la fiesta del Bautismo de Jesús se cierra el tiempo de
Navidad e inauguramos el tiempo llamado "Durante el año", tiempo
ordinario.
Es lindo ver la navidad desde le el bautismo. Recordemos que
Navidad viene de natividad, nacimiento y que para los cristianos el bautismo es
el nacimiento a la vida de fe.
Con anterioridad, era muy común que a los pocos días de
nacer los papas pidieran el bautismo para sus hijos y no esperaban, como muchas
veces ocurre ahora, al cumpleaños o algún otro evento. Sabían que les estaban
regalando algo lindo: la fe. No pocas veces vemos que muchos chicos viene a
hacer su preparación a la comunión y no están bautizados.
Por eso hoy me gustaría que contempláramos el Bautismo de
Jesús y el nuestro.
Hoy en el evangelio, terminado el
bautismo de Jesús por Juan, se escucha desde el cielo la voz del Padre que
dice: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección.»
Y en esto me gustaría detenerme: somos hijos queridos, amados. El día de
nuestro bautismo somos marcados para siempre, algo que nunca se borra. Somos
hijos amados, somos marcados por ese amor grande de Dios. Reconocer esto nos
tiene que hacer descubrir lo que valemos: somos amados por los que somos no por
lo que hacemos.
Dios nos quiere porque somos sus creaturas, sus hijos, y no puede
desdecirse de eso. No nos quiere si nos portamos bien, y si pecamos deja de
querernos. Nos ama y apuesta por que cambiemos de vida. Desde ese amor que nos
tiene nos busca y quiere que nuestro corazón se llene constantemente de su
presencia. El pecado ocupa ese lugar que tendría que ser de Dios.
Renovemos en este día nuestro ser hijos amados. Pidamos el regalo de la
pureza que recibimos el día de nuestro bautismo. Renovemos nuestro bautismo y
preparémonos para el envío, ya que desde la experiencia de ese amor somos
enviados a compartir a Jesús.
Bendiciones para todos y una buena semana.
P. Javier
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