En
estos días los medios de comunicación hablaron sobre lo que el Papa Francisco dijo
sobre el perdón del pecado de aborto.
Muchos
de estos medios no entendiendo bien han confundido bastante a la gente diciendo
que es una novedad.
Les
cuento que no tan así, ya que muchos sacerdotes en el mundo ya lo hacen. Es
decir, cuando una mujer se acerca con ese dolor y abre el corazón, recibe el
perdón por cualquier sacerdote. Es verdad que en algunos lugares puede ser que
algunos obispos no lo hayan autorizado, pero es prácticamente inexistente hoy
eso.
Quizá
muchos no saben pero el 8 de diciembre comienza el Jubileo de la Misericordia,
y es en ese contexto donde el Papa pide estar muy atentos a todo el que venga,
con una mirada especial a quienes hayan hecho un aborto.
Si
quieren saber más sobre el Jubileo de la Misericordia podés leerlo acá: http://padrejavierklajner.blogspot.com.ar/2015/04/papa-francisco-convovatoria-al-jubileo.html
Es importante
también aclarar que eso está dicho en una carta con algunos pedido (consejos)
que hace el Papa Francisco...
Acá el texto completo...
Mensaje completo del Papa a Mons.
Fisichella
Al venerado hermano
Monseñor Rino Fisichella
Presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Nueva Evangelización
La
cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la
atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para
facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de
encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en
efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si
se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada
creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi
pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada
diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que
la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la
misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre
que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a
realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada
catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro
basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión.
Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde
se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se
identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante
todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa
Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar
estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las
intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el
mundo.
Pienso,
además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la
Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder
salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el
sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su
pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al
dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza
este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa
y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de
comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar.
Mi
pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su
libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía,
destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una
pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean
sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que
quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las
cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su
celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser
para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de
convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia
de libertad.
He
pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en
las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en
el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un
fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la
indulgencia jubilar. De
aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón
completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será,
por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que
se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
La
indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A
ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De
igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos,
en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el
rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda
abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.
Uno
de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de
la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado
una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una
nueva vida. Algunos viven el drama del
aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal
que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese
momento como una derrota, consideran no tener otro camino por dónde ir. Pienso,
de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco
bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un
drama existencial y moral. He
encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa
elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo,
sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la
esperanza. El perdón de Dios no se puede
negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero
se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el
Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los
sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la
facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y
arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar
para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una
reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de
conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre
que todo lo renueva con su presencia.
Una
última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan
las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este
Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares,
algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental,
unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente
difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar
la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien
de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año
Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío
X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y
lícitamente la absolución de sus pecados.
Confiando
en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la
preparación de este Jubileo extraordinario.
Vaticano,
1 de septiembre de 2015
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