Esta palabra griega “metanoia” la traducimos
como “conversión”. En el significado original quiere expresar un cambio
radical, de 180 grados.
No es un mero cambiar sino transformar la
totalidad de nuestro proceder, un cambio radical.
El tiempo de Cuaresma que comenzamos el próximo
miércoles 13 con la celebración de las cenizas está marcado por esa realidad.
Se nos dice al imponerlas sobre nuestras cabezas “conviértete y cree en el
evangelio”. Cambia y abrile el corazón a la Buena Noticia (eso significa
evangelio), abrite a Jesús.
Cambiar radicalmente es vivir en la Verdad. La
verdad en el amor, tanto a los otros como a nosotros mismos. “La verdad los
hará libres” dice Jesús. Dejar de mentirnos y mirarnos en el espejo de la
verdad, de nuestra verdad, nos libera. Ella nos describe y nos enseña como
fuimos soñados al ser creados.
Convertirnos nos obliga a salir de nuestro
“ombliguismo”, es decir de creernos el centro del mundo y pensarnos como los
“únicos salvadores”, los que tenemos la “posta”.
Convertirse es descentrarnos para empezar a ver
la realidad en su justa envergadura donde somos parte de un todo que es la
comunidad, que se construye en la fidelidad y la entrega cotidiana.
Convertirse es ser fiel en lo cotidiano, no
esperando agradar a nadie sabiendo que la recompensa es el bien hecho.
Convertirse es la entrega de la propia vida. Es
no esperar que el otro de el primer paso. Es animarse a ser el servidor de los
demás.
Convertirse, por último, es confiar en Dios que
es providente que no va ha hacer que nos falte lo necesario para vivir. El
desafío es descubrir que nos tarea solo nuestra el conseguir la cosas sino que
también hay regalo de su amor.
Comenzamos la Cuaresma: cuarenta días para
preparar el corazón a la Pascua.
Tenemos varias semanas para intentar, con la
ayuda de Dios, cambiar un poco y parecernos más a Jesús.
Junto caminemos este tiempo deseando vivir en
la verdad, poniendo la mirada en el Señor.
Dios nos bendiga y cuide con su amor.
P. Javier
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