Predicación en la Catedral
de Buenos Aires
Misa por los 10 años de
Cromañón
30-12-14
En este tiempo de
Navidad celebramos la presencia de Dios entre nosotros. Él Elige una ciudad de
las periferias del Imperio, Belén, y en ella uno de los lugares también de
periferia, un establo. Una presencia muy particular, tan única como
irrepetible, y también tan maravillosa como irrevocable. No hay vuelta atrás,
Dios vino para quedarse. Se hace carne, asume nuestra condición humana en todo,
menos en el pecado. Anda con nosotros por todos los caminos en los cuales nos
encontramos y los diversos modos en los cuales estamos, en la esperanza y la
decepción, en la luz y las tinieblas.
Con la encarnación
Dios de alguna manera está presente en todo ser humano. Toca nuestro corazón, y
todo lo vital: el dolor, la alegría, la libertad, los fracasos, las derrotas,
los anhelos, los afectos, el amor... No hay nada de lo humano que le sea
indiferente.
Experimentamos que
su gracia nos sostiene, y el Espíritu Santo nos alienta en la esperanza.
También percibimos que está en los
hermanos que nos ayudan a caminar, y en aquellos fatigados y abatidos que
esperan les tendamos una mano.
Hoy se cumplen ya
10 años de aquella noche fatal que se robó mucha vida joven. 10 años de
sufrimientos y desamparos, pero también de gestos de cariño que reconfortan y
reaniman.
El sufrimiento
compartido fue como una escuela en la cual aprendimos muchas cosas. Vimos que
no siempre la sociedad trató con cuidado las heridas. Hemos conocido del dolor
que sana y del dolor que enferma o agravia.
El dolor que sana
es el que compartimos en el abrazo sincero, el relato escuchado con respeto, la
oración que se hace ofrenda y pedido (como la vela que acercamos al altar), la
presencia de los amigos hasta el fin. Como dice el Evangelio de San Juan acerca
de Jesús como amigo: “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin” (Jn
13,1). En el mejor de los sentidos la vida ha continuado. Muchos han formado
familia, hubo nacimientos, logros alcanzados que devolvieron sonrisas y fiesta.
Pero también nos ha
visitado el dolor que enferma. Lo hemos experimentado en la incomprensión, la
superficialidad, el maltrato, la descalificación, la injusticia, la
indiferencia. En cuántos momentos hemos sentido que este no es un problema de
todos. Como si dijeran: “Cromañón es un problema de ustedes”.
En fin, hemos sabido
del amigo sincero y del falluto. Del que no entiende pero acompaña el misterio,
y del que entiende y se hace el distraído.
El Cardenal Jorge
Bergoglio varias veces desde este mismo lugar se lamentaba porque “Buenos Aires
no ha llorado por la muerte de sus hijos”. Una ciudad y un País que sigue su
camino sin importarle de sus hermanos que sufren.
Pero, por encima de
todo, hemos experimentado el consuelo y la fortaleza que nos da la fe.
Referentes y ministros de diversas confesiones religiosas nos hemos unido en el
acompañamiento durante estos 10 años. El Cardenal Jorge Bergoglio nos ha
alentado e insistido en un compromiso estable. No algo de ocasión, fugaz y
efímero como el flash de la foto, sino con la tibieza de la vela que ilumina
aún en las penumbras más cerradas de la noche.
Durante estos días
se realizan diversos actos conmemorativos para guardar memoria y hacer presente
en la sociedad lo que ha acontecido. En esta Iglesia Catedral le pedimos a Dios
y a la Virgen que no nos suelte de la mano, que necesitamos de su cariño de
Padre que abraza y consuela. Necesitamos de la familia y los amigos.
La oración también
es compromiso para construir la sociedad fraterna en justicia y solidaridad.
Renovemos el compromiso por cuidar la vida en todas sus etapas, y cuidarnos
unos a otros. Para que seamos hermanos nació Jesús.
+Jorge
Eduardo Lozano
Obispo
de Gualeguaychú
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