Antes de leer el comentario podés
ver y rezar con las lecturas de esta fiesta: http://padrejavierklajner.blogspot.com/2014/01/el-bautismo-del-senor-lecturas.html
Este fin de
semana como Iglesia celebramos la fiesta del Bautismo del Señor.
Es una
invitación a renovar la unción bautismal y a mirarnos como Iglesia,
comunidad de creyentes en la cual hay un
lugar para todos.
¡Qué lindo es escuchar al Padre que dice sobre Jesús. "Éste es mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección"! Eso mismo Dios dice sobre nosotros en el Bautismo: "Sos mi hijo querido, tengo puesta mi predilección en ti".
La profundidad de esta elección la podemos comprender con las palabras del profeta Isaías que leemos en la primera lectura: "Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu…, te sostuve de la mano, te formé".
Sostén, elección, formación son verbos que hablan de delicadeza, de deseo profundo del corazón. En este contexto es interesante comprender que el Bautismo no es un mero rito de iniciación a una religión (en este caso la cristiana) ni un acto social, sino la elección de Dios sobre nosotros haciéndonos hijos amados suyos y hermanos entre nosotros. Es una elección con predilección que a la vez nos envía a ser testigos de este amor de predilección.
Cuando uno se siente querido, amado, el corazón rebosa de ese amor y se difunde. Eso se nota en la mirada, los gestos, las pequeñeces. El amor hace superar cualquier limitación.
En un mundo donde somos desechados, es sanante que nos sepamos amados.
Me parece muy iluminador lo que escribe el Papa Francisco en Evangelii Gaudium “Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».” (EG 53)
La respuesta cristiana es clara: sos alguien valioso. No sos algo sino alguien, amado por lo que sos no por lo que haces. Sos creado por amor. Dios no puede dejar de amar lo que el creo; él es fiel aunque nosotros seamos infieles.
Y rescatando lo que soy y ni lo que hago, nos podemos reconocer como hermanos, caminantes, peregrinos, testigos llamados a la misión.
También somos llamados a no hacer acepción de personas como leemos en los Hechos de los Apóstoles en la segunda lectura (Hch 10,34), experimentando y descubriendo que hay un lugar para todos, al menos en la Iglesia, al menos como deseo.
¿Hay lugar para todos? ¿Nos abrimos a lo nuevo?
La apertura a lo nuevo, a lo distinto es lo que le paso a Juan Bautista cuando se le aparece Jesús. No entiende pero obedece. Está abierto a la novedad por eso es testigo privilegiado.
Todos y cada uno de nosotros es un testigo privilegiado del Amor de Dios y somos invitados a compartirlo. Como dice el apóstol Juan “No podes callar lo que hemos visto y oído”
Los obispos en Aparecida y ahora el Papa nos invitan a ser “discípulos-misioneros”: testigos del amor que experimentamos e invitados a compartirlo.
Quizá tendríamos que hacer nuestras las palabras de los apóstoles (Hch 10,38): “El pasó haciendo el bien y sanando a todos”.
Quisiera terminar con esta invitación: abrimos el corazón para que todos tengan un lugar, siendo nosotros quienes ayudemos a superar esta cultura del descarte.
Somos hijos amados, hermanos, familia. Llamados a
hacer el bien y ayudar a sanar los corazones heridos por la exclusión, tanto
social como humana.
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